Recorrer el Camino no es
tarea fácil: Ampollas, sobrecargas, dolores, problemas de estómago,… Pero con
el buen ambiente y compañerismo que empapó a todos los participantes la tarea
se hizo más llevadera. Ver como los más
fuertes físicamente bajaban a recoger a sus compañeros para animarlos a dar un
paso más hacia la meta es una muestra del clima de fraternidad vivido.
Este año, y por primera vez
en las últimas tres ediciones del Camino, llovió mientras tocaba caminar. Sucedió entre Arzúa y Arca, no faltaron las
caras de desánimo y las ganas de llamar una guagua para no caminar. Pero como todos los días, después de
levantarnos y desayunar, oramos y salimos a caminar, pero esta vez parapetados
con chubasqueros, algunos de ellos improvisados con bolsas plásticas. El recorrido no fue fácil pues al poco de
salir ya teníamos los pies totalmente empapados, pero paso tras paso, fuimos
dejando kilómetros atrás hasta plantarnos en Arca donde la alegría fue aún
mayor por haber superado una caminata en unas condiciones tan adversas. Recordando las palabras del Hno. Luis Rubio
en la oración de la tarde de ese día donde todos le escuchaban con suma
atención: “El Camino es una metáfora de la vida. No todos los días van a ser soleados, sino que
nos tacará vivir días como el de hoy donde no sea fácil seguir adelante pero
tenemos que seguir luchando y avanzar teniendo por certeza que al final siempre
saldrá de nuevo el sol”.
Por último dar gracias a
todos los que hacen posible año tras año esta actividad: Hermanos, animadores e
intendencia, pero sobre todo a los jóvenes que deciden hacer algo distinto a
los demás participando en las Pastorales de La Salle durante el año e
invirtiendo parte de su verano en hacer una actividad como el Camino de
Santiago que les hace crecer como personas y que les proporciona una
experiencia de gran valor para su vida.
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